Adaptación de libro a cine o cómo rellenar los bolsillos de J.K Rowling

sábado, 23 de febrero de 2008


Que la escocesa es una gran escritora, nadie lo duda. Que todos nos maravillamos con sus brillantes libros, tampoco, más allá de algun que otro escéptico que se niegue a admitirlo.Que su personaje Harry Potter despierta cierta admiración para los más pequeños y su séptimo libro se hace rogar más que un pedazo de pan en Etiopía, menos. Que Lord Voldemort es pasión de multitudes, menos que menos. Pero que la señorita J. K. Rowling es una verdadera maga en eso de hacer lugar en su billetera para poner billetes nuevitos y fresquitos, todavía menos.


Harry Potter es palabra sagrada en términos literarios, pero en el ámbito que nos ocupa, apenas si es un personaje más que oscila entre lo idiota y lo fantástico, y que jamás encontrará un lugar ni cerca de las grandes piezas del nuevo siglo. ¿A qué se debe tal fenómeno? A que, pese a que sus libros se vendieron como agua y los dólares ya no le cabían en la caja fuerte, a la señorita J.K. Rowling se le ocurrió la brillantísima idea de venderle los derechos del libro a la Warner, y de mera formalidad, amarrarse una nueva pila de billetes mediante el simple trabajo de una firmita (¿dónde escondería Adam Smith su Teoría de Valor Trabajo?). Y la magia del Cine, que supo convertir buenos libros en verdaderas obras maestras, cuando no está en las mejores manos, también es capaz de destruir.

La versión cinematografica se basa, desde luego, en el libro de JK, pero muy superficialmente, sin llegar a abordar ni la mitad de los temas tratados en las páginas, siempre con menor calidez y maestría. Esta primera parte resulta tontamente infantil, y si bien a partir de la tercera se nota un progreso en ese aspecto, las pelis no dejan de quedar en la ridiculez si se las compara con el libro (cosa que inevitablemente debe hacerse).



J.K. Rowling logró, mediante la magia de la pluma, que niñitos de nueve años se lean 900 hojas de un tirón y se apresuren por dar vuelta la página para saber cuanto antes que hay del otro lado, cosa que en ésta sociedad tan computarizada merece indudablemente calurosos aplausos; así como logró, indirectamente, que una vez más, el cine nos muestre una versión compactada y falsa de un libro.

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